La peligrosidad del lenguaje es esencialmente doble, en sí, de nuevo, diametralmente opuesta. Por un lado el peligro de la suprema cercanía de los dioses (el lenguaje poético) y con ello la desmesurada aniquilación por parte de ellos, pero a la vez el peligro del más banal desvío y atolladero en la desgastada charlatanería y su apariencia. La ínitma coexistencia de estos dos peligros antagónicos, el peligro de la esencia difícil de soportar (locura o suicidio), y el peligro de la caprichosa contraesencia, eleva al máximo la peligrosidad del lenguaje. Peligrosidad que es en su determinación esencial más originaria. Su esencia más pura se despliega inicalmente en la poesía. Ella es el lenguaje originario de un pueblo. El decir poético empero decae, deviene porsa primero de buena calidad, luego mala y finalmente charlatanería.
Martin Heidegger. Los Himnos de Hölderlin, “Germania” y “El Rin”
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