Los zombis nos persiguen porque quieren comernos la vida que les falta.
Los zombis son las almas de un tiempo que ya no cree en Dios, condenadas a vagar eternamente entre los despojos de la vida.
Los zombis son el espejo del hombre contemporáneo que ya no confía en otra cosa que no sea comer, devorar, saciarse sin límite ni fin.
Los zombis con sus bocas siempre delante, en la avanzadilla más extrema de la punta del disparo.
Los zombis, esos seres inocentes, consumidores de supermercados apurando siempre, continuamente, las ultimísimas existencias.
Los zombis viven, también, son la vida misma, insaciable en su perpetua y perfecta devastación.
La vida, en fin, ese bicho que prospera y se arrastra, que nos posee más allá de nuestra muerte, aún. Títeres de ella, sus comensales somos y su tentempié.
RV
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