25 de maig del 2025

Bienaventurados (Un poco de Marte)

Cayó la noche, media luna iluminaba con su luz de otro mundo el mar, la playa y el árbol. Marte parecía la sombra de un pájaro encaramado a lo alto del olivo. Una sombra que se balanceaba y canturreaba algo parecido al reclamo que haría un albatros si fuera un niño queriendo volar. Tiempo después, cuando tan sólo era audible el rumor del mar y la brisa, Marte bajó del árbol. Se acercó a Pavese, se detuvo en frente de él, y por un momento éste dudó si tenía delante suyo la conocida figura de Marte o la de un niño que de tan arriba como había subido regresó siendo mayor.

Hizo una señal con el dedo, Pavese se arrodilló y Marte se puso de puntillas para llegar a la altura de su cabeza. Alzó el brazo y le tocó con el dedo índice la mejilla. Ahora ya sabía qué eran los pájaros, dijo, eran cuerpos como el suyo o el de Pavese. Los pájaros tenían cuerpos que no movía nadie desde fuera, eran de ellos y de nadie más, ahora lo sabía, y habían decidido hacerse aquellas alas para poder volar. Un día, cuando él fuera grande como Pavese se construiría unas largas y fuertes para volar como los batrós.

Aquella vez Marte no cayó desvanecido al suelo. Salió corriendo hacia la furgoneta y si no fuera porque no había viento y aún no tenía las alas que un día se construiría, se elevaría y daría un par de vueltas sobre el vehículo, y Pavese y el mar y vete a saber hasta dónde podría llegar.

Ricard Vancells

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